(Des)suponer para habitar: acerca de los desafíos de la intervención profesional en tiempos de pandemia
Desde los inicios de la pandemia y los primeros días de Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO), un texto de Ignacio Lewkowicz, “Sobre la destitución de la infancia. Frágil el niño, frágil el adulto”, sobreviene a la memoria y nos interpela en la vivencia y en el ejercicio profesional como como trabajadoras sociales, en la actual coyuntura.
Desde una idea clave, vinculada a las contingencias permanentes de las instituciones y al agotamiento de la solidez de sus estructuras, el autor por aquellos años (2002) reflexionaba acerca de dos posibles modos bien diferenciados de plantearse una intervención: ¿suponemos una institución o leemos una situación?
Si aprendimos hace tiempo que todo lo sólido se desvanece en el aire, ¿qué suponemos y (des) suponemos, como trabajadoras sociales, en un contexto de emergencia y aislamiento? Si nuestros pensares y haceres profesionales venían siendo en contextos de fluidez, ¿cómo nos atraviesa la falta de corporalidad en nuestras posibilidades de leer situaciones?
Nuestro desempeño profesional se desarrolla en una Oficina Judicial de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes en la Ciudad de Buenos Aires. Las niñeces, como sujetos de derechos, detentan una serie de garantías reconocidas en Tratados y Convenciones Internacionales y leyes nacionales, que los Estados están obligados a resguardar.
La Ciudad de Buenos Aires resulta pionera en el plexo normativo y el diseño de la arquitectura institucional local, a partir de la Ley 114. De este modo, los Estados, las comunidades, las instituciones y las familias -constitutivos del Sistema de Protección Integral de Derechos- se comprometen con su reafirmación y restitución.
Siguiendo a Lewkowicz, agotada la potencia instituyente de las instituciones que forjaron la infancia moderna (escuela, familia, justicia), la producción institucional tradicional de la infancia es prácticamente imposible. Es justamente desde esa idea y desde nuestro lugar laboral –que hoy es por fuera de las fronteras de la materialidad de la oficina– desde donde nos proponemos (des)suponer un complejo de supuestos: algunos propios de una oficina judicial de derechos y otros, vinculados al modo de teletrabajo, atravesado por una institucionalidad diferente a la habitual.